1 jul 2013

De vuelta al mundo real

Aquí estoy otra vez. Consideraba importante escribir una entrada porque hoy ha sido uno de los días más tristes de todo el año. Me explico.

Resulta que hoy una amiga mía a la que llamaré Rosa celebraba su cumpleaños en un merendero encima de una playa, con banquitos y un parque, hierba alta, flores moradas y amarillas y pajaritos volando por el cielo. Un paisaje idílico con el mar de fondo sólo estropeado por las algas amontonadas en la arena. Un primor.

La cosa se empezó a poner entrañable cuando trajeron la tarta, una tarta normal con una concha colocada encima y pintada con los colores de la bandera del Orgullo, cosa que, ni que decir tiene, mejoró considerablemente mi humor y aun más el de Rosa. Tan de buen humor y tan dispuestos a todo estábamos que Rosa decidió hacer efectiva una promesa que, en la desesperación de los cinco minutos antes de Selectividad, le había hecho: bañarme desnudo con ella en su cumpleaños si lograba entrar en Medicina. Como al final el examen de marras fue bien y en septiembre estaré pululando felizmente por las avenidas santanderinas, tocó bajar a la playa toalla y bañador en mano entre las risas del resto de compis, que se asomaban divertidos para comprobar cómo Rosa y yo moríamos congelados.

Tras un largo rato detrás de una roca, ya desnudos y tapados con la toalla decidiéndonos a empezar a correr, nos lanzamos al agua cual final de película jipi de segunda (véase Pradolongo), empezamos a chapotear y a agitar los brazos como si así el riesgo de hipotermia fuese menor y salimos rápidamente a secarnos ante la atenta mirada de dos señoras indignadas que paseaban por la playa. Creo que nos querían decir algo, pero prefirieron sentarse en la misma roca en la que estaban nuestros bañadores y cuchichear con cara de espanto entre ellas.

El caso, que TENÉIS QUE BAÑAROS DESNUDOS. Es lo mejor que se ha inventado después del bizcocho de limón y vainilla que preparó uno de los chicos que vino al cumple. QUÉ BIZCOCHO. Pero bueno, lo importante es que bañarse desnudo es algo que te hace olvidar durante una media hora el tremendo asco que da todo porque es como un orgasmo continuo cuando sales del agua. De verdad os lo digo, es fantástico. Y TODAVÍA LO ES MÁS cuando estás con Rosa y habláis durante más de una hora sobre la tristeza, el mar, el heteropatriarcado y cómo combatirlo y sobre cómo incluir a los privilegiados en esta lucha. Fue tan redondo que decidimos bañarnos otra vez antes de volver con los demás.

Lo mejor de todo vino después cuando, despeinado y vestido de cualquier manera, me senté a escuchar a Rosa y a mi mejor amiga cantar tocando la guitarra comiendo lo que quedaba del bizcocho de limón y vainilla. Yo creía que estaba en el cielo, de verdad que sí. Me habría quedado a vivir en aquel merendero para siempre sin preocuparme porque el resto del mundo estuviese poblado por cabrones.

Desgraciadamente, todo se acaba y, de un espacio natural e idílico entre bizcochos caseros, canciones con guitarra y conversaciones donde las convenciones heteropatriarcales brillan por su ausencia tienes que volver por fuerza al mundo real, donde lo normal hace que tengas ganas muy locas de construir tu propio AK-47 y no dejar títere con cabeza.

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